miércoles, 28 de septiembre de 2011

Injusticias

Buenas a todos!!como esto se mueve menos que los ojos de Espinete y como prometí un relato hace tiempo, ahí va. Es vomitado y tiene muchos defectos (no estoy muy orgulloso de él, de momento se me da mejor escribir críticas y crónicas), lo escribí en menos de una hora para un Certamen de Escritura Exprés. Os aconsejo que vayáis a algún Certamen similar si tenéis ocasión: te dan una frase para empezar el relato y a partir de ahí libertad total (en esta ocasión además tenía libertad de espacio, creo que debí escribir menos y corregirlo más), fue una experiencia divertida y así me obligué a escribir. El otro que escribí sí que me gusta y es posible que con el tiempo lo publique por aquí, de momento no puedo. Os lo copio tal cual lo escribí, sin corregir:

`Era primera hora de la tarde, un momento especial de sosiego en aquel pacifico pueblo meridional, después de cometer su último atraco en el que habían vuelto a salir indemnes. Sin violencia, sin heridos y sin cargo de conciencia. Cuando robas a los ricos la sensación no es mala, sino todo lo contrario. Cierto es que no hay que pasarse. El término medio es importantísimo para poder conservar la vida tranquila en ese recóndito paraje. Con dinero, pero sin el poder necesario para obligar a la Policía a poner todo patas arriba, sin que se levanten las alfombras. Mejor pocos robos en casas muy elegidas pero que aseguren un buen botín. Cuantos menos robos mejor. Vital que pase el tiempo para que algún audaz investigador no pueda ser capaz de atar cabos. Todo empezó cuando, hace ahora unos diez años, Petra se ganaba la vida visitando casas acaudaladas en las que acudía como comercial de la multinacional que vendía el producto de moda para conseguir un bonito bronceado. Petra, de origen humilde, percibía una insignificante comisión por producto vendido a cambio de soportar los desprecios y arrogancias de las “señoras” de la casa.
Un buen día, una de las posibles compradoras, tras estar dos horas preguntando sobre el milagroso producto dijo sentirse engañada y ofendida por Petra. Aunque era falso Petra se disculpó, pero la ira de la furiosa adinerada, no quedando contenta con las excusas, la llevó a exigir a la compañía explicaciones. Parece ser que un primo suyo era el Director Comercial y el resultado fue que Petra se quedó sin trabajo. El mismo día que se encontró despedida se lo explicó a su novio Iván, que planeó una venganza a tres años vista. Dejaron pasar este tiempo para no levantar sospechas. Nadie se acordaría entonces de la insignificante comercial. Transcurridos esos treinta y seis meses llegó la hora. El plan era muy bueno. Se habían estudiado los movimientos de la “no-cliente”(como la llamaban entre ellos) y los de su marido, hasta tal punto que conocían cuando se iban de vacaciones, cuando el marido se iba con su amante, cuando invitaba ella a un tal Nicolás a casa para algo más que tomar un té… Ese agosto fue un éxito: un rico botín para vivir durante diez años sin agobios, es más para darse bastantes caprichos impensables antes. Iván, junto a otros tres hombres y una mujer que reclutó en su momento para el atraco, llevó a cabo la operación sin incidentes.
Doce años después y cuando aquella investigación había acabado ya sin resultados hace unos seis años, repitieron la operación. Esta vez nadie tenía relación con las víctimas.
Se eligió porque eran una pareja enriquecida gracias a turbios negocios (prostitución, drogas…), la policía les guardaba ganas pero no tenían por donde cogerles y ante un atraco harían lo estrictamente (mejor dicho mínimamente) necesario para atrapar a los implicados. El primer delito del grupo les había demostrado algo de lo que se reirían durante años en sus reuniones privadas: Se puede estar por encima de la Ley. Páginas de periódicos relatan crímenes sin resolver, delincuentes en busca y captura, sucesos que nunca obtendrán ni solución ni compensación. Injusticias. Injusticias e injusticias. Parecían además encontrar su acomodo entre pobres e indefensos. Injusticias con las mujeres. Injusticias con los diferentes. Ahora sí eran felices y habían sabido comprender el mundo en el que habitaban.
Aprovechaban lo injusto de las injusticias para infligir castigo a los eternamente beneficiados. Y eso les producía paz, serenidad y calma.` Autor: Rubén Ramis

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