Bueno, a falta de mayor inspiración+tiempo+ganas, os dejo aquí la segunda parte del relato sobre tito. El caso es que escribí la primera y segunda parte del tirón el otro día, pero solo quise publicar la mitad por si al redactar el final decidía cambiar algo... bueno, ya que no he escrito nada más por el momento, cuelgo esto y os dejo con la mierda en la boca el finde, a ver si lo termino y para el lunes teneis el mejor y más emocionante de los finales para tan gran historia.
...
En menos de seis horas se encontraba deambulando por las calles de Vigo, y es que nuestro intrépido, a la par que desgraciado, protagonista hizo el viaje del tirón sin parar, sin para ni a mear. Era bien entrada la noche y decidió que pasaría una buena noche antes de buscar un barco que zarpara rumbo sudamerica la mañana siguiente. “Me encantaría meterme cocaína” pensó, y acto seguido se encontró un camello andando por la calle. Miró al cielo como si alguien lo hubiese puesto ahí tras su mística petición y decidió acercarse para entablar conversación:
- -A juzgar por tu atuendo yo diría que eres el típico camello gallego, verdad?
- -Anda gilipollas, bastante tengo con no haber conseguido nada mejor que esta mierda de curro como para que vengas tú a tocarme las pelotas. Si compras un paquete de camel te regalo un mechero, es todo lo que puedo hacer por ti.
- -Vamos que no eres más que un pringao disfrazado de camello. Vaya decepción tronco, yo pensaba que lo típico en Galicia eran los camellos que regalaban cocaína…
- -Mira capullo si fueses otra persona ya te había untado a palos, pero debe ser la cara de FEO que tienes que me has caído bien. Si quieres pillar cocaína entra en aquel bar de allí y dirígete al tipo más peculiar que veas.
No cabía lugar a dudas, aquel hombre solitario de larga y enredada barba con una cinta en la frente y un parche en el ojo, que llevaba tirantes sobre camisa grisácea llena de lamparones y remiendos. Aquel que sostenía una pipa cansinamente con los dientes y que mostraba un elegante bastón apoyado en el lateral de la mesa, aquel debía ser el hombre indicado.
- - Disculpe, es usted el camello del lugar?
- - A juzgar por los negocios que me traigo entre manos se podría decir que sí, lo soy. Al igual que podría decirse que es usted gilipollas.
-V. Carreño encogió los hombros a modo de respuesta-
- - Dígame joven, qué se le ofrece?
- - Bueno, la verdad es que me gustaría comprar algo de “cocaína de la buena”, sabe?
- - Con que cocaína de la buena, eh? Entonces está usted ante la persona indicada, pero dígame una cosa… qué entiende usted por “cocaína de la buena”? no está al tanto de que en Galicia SOLO tenemos buena cocaína?
- - Bueno, es una manera de hablar, nada más. La verdad es que después de los últimos acontecimientos necesito enzarparme como un pollo a su polla.
- - De verdad que a cada palabra que escupe me reafirmo en mi convencimiento de que es usted subnormal, aún así, y creo que debe ser por la cara de FEO que tiene, he decidido ofrecerle un buen trato.
Un intento de respuesta a modo de gesto facial, una mueca, media sonrisa, intento fallido de enarcar las cejas. Nada. Mientras tanto el peculiar camello se mesaba la barba en espera de algo, tal vez una respuesta, un gesto. Al ver que nada de esto sucedería, y tras un suspiro de conformismo y paciencia, decidió emprender de nuevo la conversación.